Por la forma atropellada e inconexa en que se suceden las imágenes, sonidos y sensaciones (todas repugnantes), no sé si sueño, recuerdo o vivo una pesadilla. Sospecho que los sucesos que desencadenaron esta desgracia tuvieron que ver más con el cómo y no con lo que me propuse contar. Llegue después del desayuno. Nadie me esperaba aún, así que mi llegada paso desapercibida. Intercambie unas palabras amables y esperanzadoras con los ancianos mayores y me dirigí presidir a la celebración del culto al SANTO ESPÍRITU UNIVERSAL. Honor que correspondía a un invitado de mi investidura. Nunca imagine el alboroto que provocaría la explicación del mi misión.
mi sola presencia en el pulpito.
; en el pórtico del templo un suceso sin importancia premonitoriamente marco el nuevo rumbo del estado de cosas.
Con un rápido movimiento de muñeca hábilmente cogí el bastón por la mitad y golpee certeramente la cabeza del niño, su muerte fue instantánea y sin agonía, tenía unos siete años, guardapolvo plomo y lonchera celeste. Rápidamente sus preceptores recogieron el cadáver y ordenaron limpiar la sangre de las baldosas del piso y yo hice lo propio con mi bastón. Que criatura tan afortunada me dije satisfecho, su pequeña existencia no tuvo suficiente tiempo de acumular muchas cuentas que arreglar con el padre creador… Desde que fui encomendado para tan delicada misión, supe que encontraría resistencias, corazones débiles y faltos de fe, hombres confundidos, adormecidos por la monotonía de los días y algunos pederastas dispuesto a dar guerra a todo aquel que los alejara del objeto de su placer.
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